Me levanto de la cama en medio de la noche chocando con la mesa y una lámpara hasta que por fin llego a la luz. Corro hacia el maletín donde tenía olvidado a mi ordenador, lo cojo y busco desesperadamente el "pincho". Enciendo, conecto todo, y de forma casi instintiva busco este blog.
Necesito hablar pero no tengo a nadie a mi lado, necesito desahogarme, necesito expresar todo el caos que llevo dentro. La pena de un adiós y la alegría de la primera piedra del camino, las dificultades propias de la vida y las casualidades de ayudas que parecen caídas del cielo, ... Un caos que me tapona los oídos y no me deja respirar por la nariz, porque lo que tanto aguanté hoy desborda mi propio yo.
Cuando en el cumpleaños de mi ahijada mi mejor amiga me preguntó que cómo estaba, sólo pude responderle: "estoy que si me tocas lloro".
Necesitaba llorar. Llorar por la impotencia, llorar por el dolor, llorar por la alegría y por el devenir de las cosas mal hechas, llorar por la conciencia y la moral, llorar por lo que no tuve y empiezo a tener, por lo que tengo y voy a perder, llorar por lo de hoy por lo de ayer y por eso que no lloré un día porque no tenía momento, llorar por aquello que una tarde me hizo tanto daño pero no pude exteriorizar, llorar por lo que la vorágine del día a día no me ha dejado llorar, ... Necesitaba llorar.
Y mientras tecleo en este ordenador en su propio devenir mis lágrimas caen sin consuelo, caen de alegría y de tristeza, caen con la única compañía del paquete de kleenex y la continua consulta del móvil por si él contesta.
Lloro como receta terapéutica para poder seguir siendo lo que era, aquella niña llena de ilusiones que un día publicó un libro porque le dio la gana, aquella que un día creyó que todo era posible y en el camino de lograr esas posibilidades se dio cuenta de que no lo quería todo, de que ya sabía lo que quería y con eso era feliz.
Lloro desesperada como el día que lloré encima de un papel mientras rememoraba a mi abuelo. Lágrimas que caen sobre el ratón, lágrimas que se deslizan por mis mejillas hasta llegar al pijama. Lágrimas por lo vivido y por miedo a lo que viviré.
¿Quién no ha llorado alguna vez?
Buenas noches...